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sábado, septiembre 6, 2025
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Mirador 06/09/2025

Anoche vi por cuarta o quinta vez The rainmaker, en español “El Farsante” o “El hombre que hacía llover”, película de Joseph Anthony con actuaciones quizá un poco teatrales –el film se basa en una obra de teatro- de Burt Lancaster y Katharine Hepburn.

La obra trata de un simpático timador –no hay pillo que no sea simpático- que engaña a la gente haciéndola creer que puede alejar los tornados y provocar la lluvia.

Cada vez que veo esa película recuerdo cómo iba de niño a los viñedos Álamo, de don Nazario S. Ortiz Garza, a ver y oír un tremendo cañón cuyos disparos, se decía, alejaban las nubes de granizo y en su lugar hacían caer una bonancible lluvia.

Años después hubo una prolongada sequía en Monterrey y zonas aledañas. Fue contratado –entiendo que a alto costo- un matachín supuestamente indígena cuyas danzas atraían nubes que descargaban su agua. Al menos eso afirmaba el matachín. De sobra está decir que la sequía continuó, y anda vete el danzante con su lana.

Un cierto meteorólogo se ufanó una vez: “Por fin ayer cayó la lluvia que venía yo pronosticando desde hace cuatro meses”. Piden las voces campesinas: “San Isidro Labrador, pon el agua y quita el sol”. En mi ciudad ha llovido tanto últimamente que se han inundado colonias enteras. La casa de un amigo mío tiene una gotera que forma parte ya de la familia. Secretamente reza él: “San Isidro Labrador, quita el agua y pon el sol”.

Qué pena. Diosito a nadie le da gusto.

¡Hasta mañana!…

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