El jueves pasado tomé un vuelo de Bruselas a Schiphol (el aeropuerto de Ámsterdam) que se retrasó, y perdí mi conexión para un vuelo trasatlántico. Para cuando bajé del avión, la aerolínea ya me había encontrado lugar en otro vuelo — que salía doce horas más tarde.
Cultura y Pop: Los no-lugares
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