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lunes, septiembre 8, 2025
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Tras terremoto en Afganistán, se niegan a ayudar a mujeres por normas talibanes

El devastador terremoto de magnitud 6.0 que sacudió el este de Afganistán el pasado 31 de agosto fue, según evidencia recogida por la agencia de noticias EFE sobre el terreno, una catástrofe de género previsible, donde el sistema de “apartheid de género” impuesto por el régimen talibán actuó como un multiplicador letal, convirtiendo a las mujeres y niñas en las principales víctimas de la tragedia.

El sismo, con un hipocentro a solo 8 kilómetros de profundidad, golpeó a las 23:47 hora local del domingo pasado, cuando la mayoría de las familias dormían en sus vulnerables casas de adobe. El resultado, según cifras de la ONU, fue de más de dos mil 200 muertos y tres mil 700 heridos, mientras más de 5 mil 400 viviendas quedaron destruidas, según datos oficiales. Pero las cifras no afectaron a todos por igual.

Además de la devastación material, comenzaron a multiplicarse los testimonios de que mujeres y niñas no están recibiendo asistencia médica ni de rescate, debido a las restricciones impuestas por el régimen talibán y a la ausencia de trabajadoras humanitarias en la zona.

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PESO DE LA TRAGEDIA

Los informes de múltiples agencias humanitarias aseguran que las mujeres y los niños constituyeron una mayoría de las víctimas. La causa principal, según los análisis, es una consecuencia directa de las políticas que confinan a las mujeres al hogar.

Sus casas, sin refuerzos sísmicos, se convirtieron en “trampas mortales”, un resultado predecible de las normas que concentran a la mitad de la población en los lugares más peligrosos durante un sismo.

Para las supervivientes, el acceso a la atención médica es otra catástrofe, bloqueado por la prohibición de ser tratadas por médicos varones y la escasez de personal sanitario femenino, una crisis creada por la prohibición talibán de que las mujeres estudien medicina.

Un funcionario de un hospital provincial de Kunar, una de las zonas más afectadas, reportó que en su centro había más de medio centenar de hombres hospitalizados frente a solo una docena mujeres, no por menor necesidad, sino por un acceso drásticamente desigual.

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Esta disparidad se explica por barreras culturales y religiosas profundamente arraigadas en las zonas rurales de Afganistán, que los edictos talibanes han exacerbado. En estas comunidades conservadoras, el contacto físico entre una mujer y un hombre que no sea su pariente cercano (mahram) se considera una grave violación del honor familiar.

Esta norma es tan estricta que muchas familias prefieren que una mujer sufra en casa con una herida grave antes que exponerla a ser examinada por un médico varón, lo que explica por qué muchas víctimas nunca llegan a los hospitales.

BARRERAS MORTALES

“Como todos presenciamos, había una escasez de personal femenino en todos los sectores”, indicó a la agencia de noticias EFE Sultan Mahmood, un residente de Chawki. Qari Sadaqat, un líder comunitario, añadió a la agencia de noticias que las pacientes “no se sienten cómodas mostrando sus heridas a doctores”.

La historia de Pakiza, una partera que tuvo que asistir un parto a la intemperie usando solo un botiquín de primeros auxilios, se ha convertido en el símbolo de esta crisis, donde la falta de instalaciones y de personal femenino obliga a improvisar la atención más básica.

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UN PAÍS AL LÍMITE

El terremoto golpeó a una nación donde casi 23 millones de personas ya necesitaban ayuda humanitaria para sobrevivir. La catástrofe se vio agravada por la llegada de casi dos millones de retornados de Irán y Pakistán en 2025, muchos de los cuales se asentaron en las mismas provincias que ahora están devastadas.

El desastre también ha aniquilado los limitados medios de vida de las mujeres rurales, como la sastrería o la cría de animales, que realizaban en sus hogares ahora destruidos. Para las más de 11 mil 600 mujeres embarazadas en la zona, la falta de atención materna se ha convertido en una amenaza mortal.

La respuesta humanitaria depende de las trabajadoras afganas, las únicas que pueden llegar a las mujeres afectadas. Sin embargo, su trabajo está constantemente amenazado por los mismos edictos que las hacen indispensables.

(Con información de EFE)

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