Ícono del sitio revistapoliticaelquijote.com

Suave y absurda… La Patria

En esta columna se han dicho cosas muy impopulares a lo largo de los años.

Olvídese de las diatribas contra políticos que son objeto de la veneración de algunos pobres zalameros. Ni qué decir de la catarsis que con frecuencia me procuro descosiéndome contra el adoctrinamiento religioso. Hay temas tabú que provocan reacciones todavía más violentas cuando los desacralizamos.

TE PUEDE INTERESAR: Santo que no es visto…

Hace un par de años expresé mi recién adquirido desprecio por la filosofía que, por más que algunos quieran defender, está más cerca del pensamiento religioso que de la ciencia.

Pues me llovió toda suerte de reconvenciones, casi todas de sujetos que creen que por quemarle incienso a algunos famosos especuladores de la razón están del lado más luminoso del pensamiento, y pues no.

O como la vez que analizamos vida, obra y milagros de Roberto Gómez Bolaños y la influencia de su “legado” en la tercermundista cultura de México y América Latina. ¡No, bueno! Me llegaron amenazas de todos los países del Cono Sur (a los de Chile todavía les sigo tratando de entender, “¡weón!”).

Bien… Llegó el momento de refrendar dicha impopularidad. Ya es septiembre y creo que es un buen momento para decir: ¡A la chingada con la patria!

Dicho lo anterior, ya siento cómo retiembla en sus centros de mesa la Tierra, cómo se revuelcan en su lodazal los próceres de la Nación, cómo lloran tristes los Niños Héroes y cómo reclaman mi sangre y mi corazón los dioses de Aztlán.

¡Qué blasfemia, qué herejía, qué apostasía…! O lo que sea su equivalencia en términos cívicos. El columnista se ha superado a sí mismo en su aberrante trayectoria de injurias contra todo lo que es sagrado, ganándose un destacado lugar entre los traidores a la Suave Patria, “Carlos” López de Santa Anna y Lilly Téllez.

Si ya se calmó, le explico: Con los años, terminé de convencerme de algo que desde pequeño me daba vueltas en la cabeza: no hay nada más estéril, vacuo y nocivo como los aprendidos y condicionados sentimientos nacionalistas. Y eso vale para México como para cualquier otro país del planeta. Por lo que mi invitación de mandar al diablo a “la Patria” es más como concepto que a México en concreto, o en lo particular, faltaba más.

La simple necesidad autoimpuesta de organizarnos en países habla de lo atrasados que estamos como especie, pero si de momento no nos es posible erradicar las fronteras (tampoco me tome por un cándido soñador), al menos podríamos ir aceptando que el nacionalismo –¡todos los nacionalismos, vaya!– opera en contra del humanismo del que se supone deberíamos ir en pos.

Y no me pregunte cómo sería la organización política, económica o la cohesión social de un mundo sin fronteras, porque no tengo ni P idea. Pero que no pueda yo imaginarlo por ahora, no significa que en algún momento no sea posible, que no llegue a suceder o que no sea la meta que como especie debemos fijarnos.

¿Pasará ello antes de que nuestra definitiva aniquilación o desaparecerá primero la humanidad por un cataclismo circunstancial o autoinfligido? Tampoco lo sabemos y, ciertamente, ningún filósofo tampoco.

No obstante, eliminar la división política marcaría un hito para nuestra especie, haciendo de lo opuesto un total despropósito. ¿Orgullo nacional? La mera definición es racionalmente insostenible: ¿Me están diciendo (y esto es lo que nos inculcan desde chamacos) que hay que experimentar una sensación real de satisfacción, de ufanía, de presunción, de vanidad por un accidente geográfico tan azaroso, tan fuera de nuestro control y tan ajeno a cualquier mérito personal como es el lugar en que nos aventó la cigüeña?

Cada maldita nación de las que se reparten este mundo parte de la misma premisa tonta: “Nosotros somos mejores que los que nacieron del otro lado de esa arbitraria línea imaginaria que alguien trazó hace muchos años”.

-¿Ah, sí? ¿Me lo juran?

Aunque seamos éticamente lo mismo, aunque compartamos con el vecino lenguaje, problemática, cultura y hasta tengamos seguramente mucha historia en común (por no mencionar que genéticamente todos somos el mismo chango) se supone que: “los niños nacidos en nuestro terruño son mejores que los que nacieron de aquí pa’allá, no me pregunten por qué, sólo hagámoslos ahora entonar esta canción marcial para grabarles a fuego esta idea absurda en su mente aún virgen”.

¡Es estúpido! Es de las nociones más estúpidas que profesamos como humanos y la repetimos y perpetuamos ya sin analizarla siquiera.

-¡Qué orgullo ser mexicano!

-¿Como por…? ¿Por su cultura y tradiciones? Sepa que cualquier país tiene un conjunto de bienes culturales y un acervo histórico más o menos semejante que vale tanto como el de los demás.

-¡Ah, pero es que el de nosotros es mejor!

Repetir que somos mejores ya sea por el mole, por el Día de Muertos o invocando a los asentamientos precolombinos es tan patético como el Destino Manifiesto y la Doctrina Monroe de los gringos: “América para los americanos… nomás porque sí, por la voluntad de Dios”. En ambos casos, una soberana pendejada.

Igualmente patética es llevar esto a la patria chica: “¡Qué orgullo ser de Nuevo León… de Chiapas… de Coahuila!”, reza la publicidad oficial de cada una de las entidades, de cada administración y ello no es sino demagogia en estado puro.

Mientras estemos organizados en territorios bajo un mismo conjunto de leyes y paquete de elementos identitarios, hay que hacer lo mejor posible, cierto, pero… Es puro sentido común, es lo único que corresponde hacer donde quiera que vivamos o vayamos; es lo correcto porque es lo que mejor nos conviene, no porque estemos en competencia con otras identidades.

Si mañana, por alguna circunstancia usted se va a vivir a Alemania, igual tiene que respetar las leyes, ser un buen ciudadano, ser un buen vecino y ser considerado con sus semejantes. Y tiene que disfrutar lo que la cultura local tenga para ofrecerle… Y si no lo hace usted lo hará su descendencia. ¡Pues igual hacemos aquí porque es lo pertinente, no porque experimentemos ese absurdo y aprendido orgullo que nadie sabe ni puede explicar!

TE PUEDE INTERESAR: Sheinbaum califica como ‘vende patrias’ e ‘hipócrita’ a ‘Alito’ Moreno y Ricardo Anaya

Todo esto es independiente de que, en la actualidad como antaño, los populistas y los dictadores se escudan en el nacionalismo, en el patrioterismo, en el orgullo de la raza, para invocar una soberanía malentendida. Es falso que la soberanía de un país sea un valor supremo. Si para sobrevivir en relativa armonía hemos acordado supeditarnos como países a leyes internacionales. Eso no lo dicen a menudo los demagogos y dictadorzuelos porque les juega en contra, pero ya luego lo abordaremos.

Y es que es tan fácil manipular mediante el “orgullo nacional”. Así hace Trump con sus leales y así quiere hacer la Doctora cada vez que invoca al estúpido “masiosare”.

Es seguro que desapareceremos sin verlo, mas espero que, antes que muy tarde, nos curemos de esa rara enfermedad que es ser mexicanos, ya que no es requisito para ser respetuoso de las leyes, ni bueno con los demás, vigilante de nuestro suelo o depositario del patrimonio cultural. Sólo nos ahorraríamos muchas primitivas e irracionales invocaciones tribales de guerra, sin cabida en el mundo actual.

Pues ya lo dije, y de seguro todo esto me hace más impopular que ayer.

Salir de la versión móvil