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martes, septiembre 9, 2025
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Saltillo: Vive tu Centro

El cuento inicial de hoy es sicalíptico en superlativo grado. Las personas aquejadas por escrúpulos de moralina deben abstenerse de leerlo. En su lugar pídanle a alguien que se los lea… Un joven varón fue a un spa. Buscó la sala de masajes y se acostó en un camastro cubierto solamente –el joven varón, no el camastro– por una pequeña toalla colocada sobre la región de la entrepierna. Entró la masajista, voluptuosa mujer en flor de edad. Tenía tez morena, verdes ojos, cabellera bruna y un cuerpo capaz de poner en riesgo cualquier voto de castidad. Empezó la irresistible fémina a masajear al joven varón, que estaba tendido en decúbito supino, o sea sobre la espalda. Le dio masaje en el tórax, después en el abdomen, y fue bajando las manos en tal forma que provocó una conmoción que el excitado mancebo no pudo reprimir, y menos aún ocultar. Advirtió eso la masajista y le preguntó en voz baja: “Quieres disfrutar de un placer manual ¿verdad?”. “¡Sí, sí!” –respondió con ansiedad el joven–. “Disfrútalo –le dijo la mujer encaminándose hacia la puerta–. Regreso en 10 minutos”… Don Ruguito y doña Pasita celebraron sus bodas de oro de casados. Terminada la cena en familia, solos ya, se fueron a la cama. De inmediato don Ruguito se durmió. Cada hora, sin embargo, doña Pasita lo movía para sacarlo del sueño. Le preguntó él, molesto: “¿Por qué me despiertas a cada rato?”. Contestó ella: “Lo mismo me hiciste tú hace 50 años”… Saltillo, el solar donde vi la primera luz y espero mirar la última, es una ciudad amable y generosa. En ella se vive con tranquilidad, al amparo de los males que afligen a otras comunidades. De cuando en vez –así decía, en vez de decir “de vez en cuando”, un cierto amigo mío con pruritos de originalidad– alguna lluvia torrencial trae consigo un momentáneo caos, pero a cambio nos regala una preciosa noche saltillera de cielo constelado, calles como espejos y aire fresquito y purificador. Si yo me pusiera a enumerar las bellezas de mi lugar nativo necesitaría todas las páginas de este prestigiado periódico, y además las de la edición dominical de The New York Times. De ahí el acendrado amor que los saltillenses, tanto de origen como llegados de otras partes, sienten por su ciudad. Hay una asociación que me inspira particular afecto. Se llama “Vive tu Centro”. Sus integrantes se dedican a exaltar los atractivos del centro histórico de Saltillo, donde la herencia colonial se funde armoniosamente con la modernidad. En forma periódica organizan cenas con degustación de sabrosísimos manjares de la cocina regional y catas de vinos y sotoles de los muy ricos que en Coahuila se producen. Uno de esos gratos convivios tuvo lugar en el hotel Posada San Miguel, cuya fundación fue el detonante que dio nueva vida al centro citadino. El precioso sitio es obra de un empresario ejemplar, David Valdés Jaramillo, cuya calidad humana hace de él no sólo un ciudadano excepcional, sino sobre todo una persona buena. Junto con su esposa y su familia ha hecho mucho bien a la comunidad. Por este medio tan entero felicito de todo corazón a David, pionero en la renovación de “este pedazo de ciudad”, como escribió con galanura Katya González, que es el centro de Saltillo. Igualmente envío mis congratulaciones a Ivonne Orozco, José Juan Hernández, Daniela Peña y Alejandro Gómez, quienes con amoroso empeño y esfuerzo tesonero nos han dicho a todos y cada uno de los saltillenses: “Vive tu centro”… La señora le propuso a su maduro esposo: “Subamos al segundo piso y hagamos el amor”. Respondió el añoso caballero: “Escoge una de las dos cosas. No puedo hacer las dos”… FIN.

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