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lunes, septiembre 8, 2025
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Nearshoring: ¿qué tanto hemos aprovechado la ola?

“Varios colegas y miembros del gremio industrial coinciden en que México seguirá siendo atractivo para la inversión extranjera, sobre todo en lo que llaman la segunda ola del nearshoring. Sin embargo, yo soy más prudente: considero que ya no llegará con la misma energía ni con el mismo rigor. Será importante que tanto las empresas como el país se conduzcan con mesura”.

La frase anterior corresponde a la evaluación que José Luis Benítez, director de Ventas y Relaciones Públicas de Amistad Industrial Developers, hace de la forma como ha evolucionado la “relocalización” de inversiones y del futuro inmediato que percibe en este sentido.

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No se trata de un diagnóstico que no hayamos escuchado antes o que no pudiera anticiparse, sino de la conclusión lógica a la cual podía arribarse desde el principio: el fenómeno conocido como “nearshoring” es uno que beneficia a México, en primer lugar y, sobre todo, debido a que somos un país que comparte más de tres mil kilómetros de frontera con Estados Unidos.

Sin embargo, como se ha dicho en forma reiterada, el ser vecinos inmediatos del mercado más importante del planeta no es suficiente para que todos los proyectos de relocalización nos escojan como espacio de aterrizaje porque, además de la cercanía, es necesario contar con otras ventajas competitivas que, para algunos casos, resultan indispensables.

Para decirlo más claro: la cercanía geográfica sólo es determinante en aquellos casos en los cuales el costo de operación es el principal factor con el cual se toman las decisiones respecto de dónde establecer un proyecto de inversión en el extranjero. Y ese tipo de proyectos no es, por regla general, el de carácter más valioso o, si se prefiere, el más atractivo.

Los proyectos más importantes son aquellos que implican alto valor agregado, es decir, los que requieren elementos de certeza que se ubican más allá del costo monetario por unidad producida.

El planteamiento de José Luis Benítez bien pudiera interpretarse en el sentido de que la “primera ola” del nearshoring se basó justamente en la relocalización de proyectos de inversión relacionados solamente con la cercanía, es decir, aquellos en los cuales cada kilómetro de distancia hacia la frontera constituye un factor importante.

A partir de ahora, sin embargo, la distancia geográfica podría no ser más un factor determinante y, en este sentido, las “ventajas” que México ha tenido hasta ahora podrían comenzar a diluirse o, si se prefiere, a no tener la misma relevancia.

Y esto lo que quiere decir es que, como se ha señalado en reiteradas ocasiones, nuestro país –y Coahuila, desde luego– debe realizar esfuerzos adicionales para mejorar su competitividad y no depender solamente de factores que han demostrado, una y otra vez, ser insuficientes para competir globalmente.

Cabría esperar que las lecciones que la historia no ha dado en forma repetida terminaran por asumirse de una buena vez.

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