Antonio Guerrero Aguilar/ Primera parte
Hace unos dos siglos, Texas contaba con unos 25 mil habitantes, de los cuales, tan solo 4 mil eran mexicanos. Del resto, unos 11 mil pertenecían a la población indígena y los demás, los colonos de origen norteamericano. Aquella porción que iba desde el río Nueces a los ríos Sabina y Rojo, tan solo tenía tres poblaciones: Béjar, la Bahía del Espíritu Santo y Nacogdoches, las demás eran colonias agrícolas y aldeas donde habitaban los llamados “indios bárbaros”. Con el surgimiento de la república federal en 1824, quedó unida a Coahuila, cuya capital estaba en Monclova.
Desde 1819, Estados Unidos comenzó a reclamar el vasto territorio que va desde la franja del Nueces hasta el Mississippi, al sostener que estaba dentro de la compra de la Luisiana en 1804. Entonces en el interludio entre Guadalupe Victoria y Vicente Guerrero, prepararon una comisión de límites, una expedición de carácter militar, geográfica como científica, para determinar la soberanía de México y buscar acuerdos de paz con los caudillos que buscaban a todas luces, separarse de México.
Le pidieron la organización a Lucas Alemán, quien seleccionó a los miembros dirigidos por el general Manuel Mier y Terán: los coroneles José Batres y Constantino de Tárnava para las observaciones geográficas, el cartógrafo y dibujante José María Sánchez y los científicos Rafael Shovell y Jean-Luis Berlandier, al cuidado de un destacamento militar. Salieron de la Ciudad de México el 1 de noviembre de 1827.
Manuel Mier y Terán, (1789-1832) fue uno de los hombres del padre Morelos, un militar egresado del Colegio de Minería, participó activamente en favor de la insurgencia. En 1825 fue nombrado ministro de guerra. La propuesta de la Expedición de la Comisión de Límites, se trataba de una misión de tipo científico para conocer la realidad y situación de Texas, con la intención de establecer y fijar correctamente los límites entre México y los Estados Unidos. De igual forma, hacer observaciones sobre el suelo, los minerales, la flora, la fauna y recabar información sobre las numerosas tribus que habitaban en la región.
Por consiguiente, el 8 de noviembre de 1827, Anastasio Bustamante avisó a todas las autoridades de Texas, para que le brindaran todos los apoyos necesarios.
Llegaron a Béjar en marzo de 1828, en abril a San Felipe y en junio a Nacogdoches. Después de un recorrido por casi toda la comarca, Mier y Terán recomendó ocupar militarmente el territorio de manera permanente y promover la colonización con familias mexicanas, suizas y alemanas católicas. De inmediato, advirtieron las diferencias culturales entre los colonos y los mexicanos y la intención de Texas de conformarse en otro estado distinto al de Coahuila.
El 27 de agosto de 1829 Santa Anna le confirió a Mier y Terán, la Comandancia General e Inspección de los Estados Internos de Oriente con sede en Matamoros, con el objeto de impartir justicia y aplicar las leyes en la región, en lugar de Felipe de la Garza.
En noviembre de 1829 escribió respecto a la situación de Texas: “Antes de ahora me he manifestado lo desafectos que son estos colonos a México, y mis sospechas se han confirmado hoy que he sabido se van a reunir los del rumbo de Sabina y este pueblo para formarse en milicia nacional, elegir sus oficiales, etc. y mucho me temo un golpe de mano. No espero que el gobierno del norte haga una invasión, pero sí que de acuerdo con él den una asonada los colonos” (sic).
Por lo tanto, Mier y Terán organizó una milicia cívica para auxiliar la defensa de la frontera, canceló permisos tales como introducir a nuevos colonos y prohibió la especulación de tierras que promovían Zavala, Burnett y Vehlein. Le preocupó el hecho de que tan solo las colonias de Austin y DeWitt tenían permisos y documentos legales, el resto no.
Sus trabajos en Texas fueron interrumpidos en 1829, cuando una expedición española al mando de Isidro Barradas desembarcó en Tampico. Inmediatamente reunió sus fuerzas con las de Santa Anna y juntos derrotaron al contingente español. Esa victoria puso a Mier y Terán y Santa Anna en un sitial de honor. La opinión pública, los vio como candidatos naturales a la presidencia de la república. En 1830 retomó sus funciones y preparó un segundo recorrido, para verificar los límites y títulos de propiedad de los colonos y auxiliar las poblaciones mexicanas en Texas. También administró los fondos militares que se enviaban desde Béjar a Nacogdoches. Propuso establecer guarniciones y aduanas para cuidar la frontera. Pero se metió en problemas, cuando otorgó la comandancia de la guarnición y la jefatura de la aduana de Anáhuac, a dos coroneles de origen norteamericano, lo que despertó la animosidad de los colonos angloamericanos.
Uno de ellos no contaba con las simpatías de los vecinos, porque se había negado entregar a dos esclavos a sus dueños, tampoco otorgó a los colonos norteamericanos, la oportunidad de formar sus ayuntamientos y la facilidad de otorgar títulos de propiedad en jurisdicción federal. Entonces los rijosos contrataron al abogado William Travis, quién al no lograr sus fines, amenazó con una invasión desde Luisiana. Por lo mismo fue encarcelado y los colonos vieron en tales acontecimientos, la oportunidad para mostrar su inconformidad con la “tiranía militar” de los funcionarios que Mier y Terán había promovido.
La instalación de la aduana marítima fue la gota que derramó el vaso, ya que los colonos se negaban a pagar impuestos. Un tumulto provocó la salida de tres goletas que se atrevieron a disparar sobre los oficiales mexicanos. Austin se quejó agriamente con Mier y Terán, que por cierto le recordó a Austin los privilegios que ya habían obtenido y que en todos los puertos del mundo se cobraba un impuesto.
