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martes, septiembre 9, 2025
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Instrucciones para vivir en México

Hay lecturas que, a pesar de contar con derecho de picaporte, echan mano de la sutileza consustancial para mostrarse con seductoras excusas; así la llegada de las fiestas patrias es uno de estos motivos para traer a colación las poco más de tres centenas de páginas que recopilan los artículos que Jorge Ibargüengoitia publicó en el periódico Excélsior (1969-1976) publicadas bajo el filoso título de “Instrucciones para vivir en México”.

Estos escritos le merecieron el distinguido apelativo del genio de las dos cuartillas y media, pues nada ni nadie escapaba de su acuciosa mirada. De ese periódico sólo saldría junto con Julio Scherer y sus colaboradores más cercanos cuando la macana del poder presidencial de Luis Echeverría le dio el golpe definitivo a la por no dejarse meter del huacal ni con jalones de orejas.

Durante este periodo en que Ibargüengoitia reinventó la manera de abordar el oficio de las columnas, se ufanaba de tener el mejor trabajo del país, ya que al mediodía del lunes estaban listos sus dos artículos semanales y con ello la chamba terminada, así podía tomar un camión que lo llevase de regreso hasta su casa en Coyoacán para seguir en la labor de contemplar lo minucioso y paradójico de los “Misterios de la Vida Diaria”, como se intitula otro de sus entrañables libros recopilatorios.

Jorge demostró ser un novelista sagaz, agudo, crítico y con humor a raudales, empero es destacable que su obra periodística no haya sido desaparecida por las tolvaneras del tiempo, sino que se sigue editando al tiempo que se lee, comenta y sorprende.

Quizá una de las razones por las cuales esta lectura es tan disfrutable sea de cepa, ya que Scherer otorgó total independencia al embajador de Cuévano para que escribiera sobre lo que le diera la gana, sin la obligación de ejercer como analista político y -mucho menos- eso que por la época era llamado forma grandilocuente como “literatura comprometida”. Lo que eso signifique.

Y como suele ocurrir con la libertad, germinó la imaginación a rienda suelta y el sentido del humor vino tras de ella, inclusive a contrapelo en muchas ocasiones, pues andar con mirada sensata en sitios donde el surrealismo es un lugar común como en México da para ponerse a pensar en cada esquina.

De esta manera da un repaso por las esencias nacionales muy al estilo del poeta López Velarde, es decir, no haciendo oda de las gestas heroicas labradas en bronce, sino abrazando y riendo con los tejemanejes que componen lo más doméstico de la patria.

Así, repasa la historia de México, la estatuaria de sus heroicos personajes, algunas costumbres autóctonas, los insultos, la discusión de un guiso, masiosares o enemigos comunes, políticos desfachatados, fechas canónicas y hasta los malos hábitos. Este crisol no deja títere con cabeza, eso sí, comenzando siempre (y sobre todo) contra sí mismo.

¿Se necesitan instrucciones para vivir en México? Probablemente ni siquiera sean efectivas, aunque bien dijo Villoro que el caos no se improvisa, pero tiene secretos. No obstante, contar con una narrativa que dé luces sobre lo inverosímil es bastante riqueza en un mundo de pediches.

No son pocos los episodios en los que el autor padece en primera persona el infortunio de los acontecimientos, pero por más insufrible que parezca, mirarlo con la lejanía de quien intenta desmenuzar una situación tragicómica es el aliciente para encontrar ahí los pasos de Jorge.

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