Por. Jorge Villarreal
El país que le hereda López Obrador a su corcholata Sheinbaum está lleno de espinas, triturado, empantanado, fracturado su esquema político y social, con una economía que perdió el rumbo por la desconfianza generada y las constantes amenazas de dar un giro radical a la izquierda, ahora está en picada el pais y se está desacelerando. Los últimos datos económicos lo señalan. El crecimiento anualizado es de 1.1%, y si se mantiene -aunque es más probable que baje- sería el peor indicador del PIB en casi 100 años, superado solo por el del presidente Miguel de la Madrid, que tuvo una tasa de 0.18% de crecimiento por las crisis financiera y petrolera global que enfrentó, y la destrucción que causó el terremoto de 1985 en la Ciudad de México.
El sector manufacturero, que representa el 20% del PIB, cayó 2.7%, ligando siete meses a la baja, mientras que la industria automotriz, el eje y la fortaleza de las exportaciones mexicanas, tuvieron un descenso. El consumo se ralentizó, mostrando que el dinero está caro, la inflación alta y los ingresos no están alcanzando pese a los aumentos salariales, y cayó 2.8% en junio, en la caída más pronunciada desde la pandemia de la Covid-19 en 2020.
Hay diversos factores que han incidido en esta desaceleración, algunos de ellos asociados con decisiones y acciones directas tomadas por López Obrador, porque no atendió la seguridad, que generó temor en inversiones al tiempo de provocar inflación porque el crimen organizado se metió a controlar actividades productivas, y porque se obstinó en terminar sus megaproyectos para lo cual, por primera vez en el sexenio, corrió un déficit fiscal de 5.9%, superior al de cualquiera de los gobiernos neoliberales a los que culpa de todos los males mexicanos. La mecha sobre la bomba es la reforma al Poder Judicial, que es vengativa, definida por lo selectiva que es al no incluir la Justicia Militar ni las fiscalías, y que ha generado reacciones negativas en México y el mundo por la incertidumbre jurídica que trae pegada.
El departamento de Estudios Económicos de Citibanamex hace notar que el mercado no ha calculado en toda su dimensión lo que significa la reforma judicial, que sería resultado de que López Obrador tuviera la mayoría calificada en el Congreso. “También parece haber desdeñado el impacto político negativo de esta y otras reformas, así como subestimado su riesgo económico”, agregó. “En general, los mercados no otorgan mucha importancia al régimen político de un país, es decir, a la robustez de su democracia o rasgos de autoritarismo. Privilegian la estabilidad política y las políticas económicas para el corto y mediano plazo”.
Pero, acota la nota, evidentemente el debilitamiento de la democracia o su desaparición conllevan inestabilidad política e incertidumbre sobre la política pública y el marco jurídico. El análisis entiende que la moderación de las reacciones del mercado responde a que los inversionistas piensan que, pese a todo, no implicará políticas económicas antimercado ni debilitarán el marco económico. Este diagnóstico, sin embargo, sería caer en el error que cometieron muchos cuando López Obrador llegó al poder y pensaron que se moderaría, si creen que Sheinbaum es diferente a él y que no comparte su visión y su proyecto. Basta con escucharla.
Pero aún si cumple por razones de pragmatismo lo que ofreció en las múltiples pláticas que tuvo como candidata y presidenta electa de respetar la ley y abrirse al capital privado en inversiones, López Obrador la dejará atada de manos, sin contrapesos y sin espacios de maniobra, porque será él, no ella, quien controle el Congreso a control remoto para impedir que se aparte de la línea que fijó, borrando en el camino al estado de Derecho. En esto no hay interpretación. Es la hoja de ruta que tenemos ante nuestros ojos en este terrible fin de sexenio.