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viernes, septiembre 12, 2025
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Diego Sada en nuestro mundo

¿Les platico? ¡Arre!

Desvelado, como inmisericordemente soy desde que nació DETONA hace 5 años -a cumplirse el próximo 2 de octubre- supe de Emma, cuando en Tokio -donde anda- eran las 3 de la tarde, y la medianoche en estas bárbaras y mal gobernadas comarcas del norte.

Salió el tema de MARCO, que está cumpliendo 34 años de haber visto la luz, gracias a la visión de Diego Sada Zambrano, empresario, filántropo y amante de las artes.

Emma escribió el texto que comparto hoy con ustedes y sin más preámbulo, le cedo la palabra, que por escrito y verbalmente domina notablemente:

”No vi toda la película…

…Quizá porque hacerlo me hubiera exigido algo que rara vez concedo: mirar a alguien con absoluta objetividad.

Al fin y al cabo, ¿qué puede ser más complejo que intentar despojar a una figura del caleidoscopio de luces y sombras que la definen?

Todos los seres humanos, sin excepción, llevamos dentro un mosaico de claroscuros, un vaivén perpetuo entre lo luminoso y lo que no brilla.çMe atrevo a desafiar esa imposibilidad y hablar de Diego Sada:

Hablar no de él como mito o figura pública, sino de lo que significó para mí.

Diego fue, sin duda, una de las personas que más profundamente ha marcado mi vida.

No exagero si digo que sembró en mí una semilla.

Fue gracias a él que descubrí, con una mezcla de asombro y gratitud, la felicidad que puede derivarse del ejercicio profesional cuando se realiza con propósito.

Lo conocí en Alfa Industrias, en los años de López Portillo, cuando México vivía eufórico, soñando con administrar la “riqueza petrolera”.

Diego era el director general de esa división del conglomerado que buscaba diversificar Alfa, explorando territorios inusitados.

Con suerte y algo de casualidad, terminé en la división de Comunicación, Relaciones Públicas que tiene todo que ver con fiestas y mil cosas más…

Y aunque suene trivial, organizar una buena fiesta requiere más de lo que parece: un engranaje preciso que Diego lideraba con maestría.

Las oficinas de Alfa eran un reflejo de su sensibilidad: cálidas, de madera oscura, con tapices y pinturas por todas partes.

En ese mismo edificio existía Promoción de las Artes, un espacio que organizaba exposiciones y patrocinaba la cultura.

Era un rincón vibrante, un ensayo de lo que Diego, años después, convertiría en MARCO.

Pero como toda fiesta, llegó la cruda:

En 1981, Alfa Industrias cerró; las empresas más rentables del Grupo son hoy las que Diego y su equipo compraron: Nemak, Alpek, Sigma.

Diego se retiró a la vida privada; su espíritu creador persistió.

Tiempo después, renació con MARCO, un museo que materializó su visión: la capacidad de imaginar en grande y transformar lo efímero en legado.

Fue una hazaña extraordinaria la fundación de MARCO, aquel ambicioso museo que Diego, junto a otros capitanes de industria, logró materializar.

Una unión singular, casi inverosímil, entre la iniciativa privada y el Estado que, aunque quizá no era estrictamente necesaria, terminó por engendrar algo que trascendía la esfera de lo ordinario, algo, como dicen los anglosajones, larger than life.

MARCO no era un simple museo; era un símbolo, un hito que definía una nueva era para Monterrey.

Inaugurado en 1991, se erigió con el respaldo de un sólido consejo empresarial, un edificio deslumbrante por su arquitectura, y un joven director, Fernando Treviño Lozano, cuya mayor hazaña fue orquestar y sincronizar un equipo sin experiencia previa en el ámbito museístico, transformando lo improbable en realidad.

Pocos meses antes de la inauguración, me sumé a aquel equipo joven y osado, gracias a la insistencia de Diego, quien no cejó en su empeño de involucrarme.

Mi tarea era clara: coordinar todo lo relacionado con las ceremonias de apertura.

Recuerdo vívidamente los tropiezos logísticos, inevitables en un proyecto de tal envergadura.

Sin embargo, contra todo pronóstico, logramos abrir las puertas del museo, causando asombro, despertando envidias y, sobre todo, sembrando desconcierto y fascinación en el mundo del arte.

MARCO llegó con una fuerza avasalladora, desafiando las convenciones establecidas, desprovisto de un curador -una decisión polémica en su momento-, pero compensando con un espíritu audaz que marcó la diferencia.

El equipo era un fenómeno en sí mismo. Sin grandes credenciales ni experiencia previa, nuestra ignorancia se convirtió en la mayor virtud.

Estábamos libres de ataduras, abiertos a la experimentación, con un atrevimiento que hoy parecería temerario.

No éramos un museo convencional; éramos un espacio vivo, en constante evolución, centrado en lo contemporáneo, en el presente y el futuro.

Escritores, poetas, artistas… todos desfilaron por nuestras salas.

La visión de Yola nos permitió construir un programa de membresías vibrante y exitoso, convirtiendo al museo en un fenómeno cultural que respiraba vitalidad y osadía.

https://www.marco.org.mx/30aniversario/

Monterrey, esa ciudad orgullosa de su músculo industrial, comenzó a resonar en otros ámbitos.

Ya no solo era un emblema de progreso económico; MARCO la había puesto en el mapa cultural.

Diego, siempre visionario, hablaba de “humanizar” la ciudad, de trascender lo material.

Bajo su liderazgo, el museo vivió sus años fundacionales con un ímpetu arrollador.

Con los años, Diego cedió su lugar, el museo entró en una etapa más serena, quizás silenciosa, hasta que el mando pasó a Taiyana Pimentel, una aliada de MARCO desde sus inicios.

Hoy, en esta nueva etapa, MARCO parece encaminarse hacia una cristalización definitiva como uno de los museos más importantes de México.

Monterrey, ahora más vibrante que nunca, parece listo para que no solo reafirme su lugar en el panorama cultural nacional, sino que se proyecte con fuerza en el ámbito global.

Disclaimer:

En este texto he optado por compartir una visión muy personal, sin mencionar a muchas otras personas que también han sido clave para lo que es MARCO hoy. Mi intención principal es hacer un reconocimiento especial a Diego.”

CAJÓN DE SASTRE:

Mañana, cambio completo de programa, sin faltar el Incomparable Iván y toda su Compañía, más la Irreverente de mi Gaby.

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