En las últimas dos décadas, el concepto influencer se instaló como un referente asociado a la cultura y las plataformas digitales. El inicio de redes sociodigitales como Facebook, YouTube, Instagram y Twitter nombraron a sus usuarios destacados (por cantidad de suscriptores, seguidores o comunidades) como influencers.
Un influencer de redes sociales, de acuerdo con Graham, McGaughey y Freberg (2011), es un tipo de promotor independiente que ejerce una influencia significativa sobre las actitudes de la audiencia a través de plataformas digitales, además, se asume como una figura que “moldea actitudes y percepciones” de una manera única y diferenciada dentro del entorno digital.
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De acuerdo con Marín-Dueñas, et al. (2020) los influencers son los elegidos por las empresas por su gran capacidad para inclinar la balanza en el proceso de compra. Esto suelen hacerlo mediante sus opiniones, reseñas y recomendaciones. Además, son atractivos para la economía porque, según Castelló-Martínez & Del Pino-Romero (2015), se ha comprobado que la asociación de las marcas con personas admiradas tiende a “incrementar la credibilidad de los mensajes, aumentar la notoriedad, ampliar los porcentajes de recuerdo, mejorar la percepción de las organizaciones que están detrás de los productos o servicios y, en definitiva, a impulsar las ventas”. Por lo tanto, resulta innegable que los influencers se han convertido en un nicho de oportunidad para los nuevos perfiles profesionales.
Aunque no es un modelo de negocios nuevo, pues cada generación ha tenido sus “influencers”: artistas, líderes de opinión o figuras del entretenimiento, los consumidores siguen guiándose por confianza y credibilidad, y las empresas mantienen su vínculo con la promoción de marcas (Maiz-Bar, 2022). La novedad está en las plataformas y formas discursivas para difundir mensajes. Hoy sabemos qué es un influencer, pero universidades y agencias de marketing comienzan a atender este sector con una nueva perspectiva. La oferta para formarlos es escasa, pese a la creciente demanda de niños y jóvenes del nuevo milenio que desean convertirse en influencers de profesión.
Esta atención también ha sido motivo de cuestionamiento por cualidades éticas, legales e incluso psicológicas del proceder polémico de varios de ellos y del “mal ejemplo” que pueden llegar a propagar en las nuevas generaciones. Existen muchos casos polémicos a lo largo de este tiempo.
A nivel global, Logan Paul generó críticas en 2017 tras grabar en el “bosque de los suicidios” en Japón, evidenciando la falta de límites éticos en la búsqueda de atención. En América Latina, Yao Cabrera en Argentina fue cuestionado por retos peligrosos y estafas, abriendo debates sobre la regulación de influencers. En México, el caso de YosStoP, vinculada a un proceso legal por difundir contenido relacionado con violencia sexual, planteó la responsabilidad moral y jurídica de los creadores.
Junto a estas polémicas, también existen ejemplos positivos. A nivel global causó impacto la influencer Malala Yousafzai por el activismo digital para visibilizar el derecho a la educación de las niñas. En la región, Felipe Neto en Brasil critica discursos autoritarios y promueve la participación ciudadana, mientras que Tamy Harcha en Chile impulsa debates sobre feminismo y diversidad. En México, Ophelia Pastrana ha abierto discusiones sobre tecnología, género y derechos trans, y Eréndira Ibarra ha empleado sus redes para promover inclusión y equidad. Estos casos muestran cómo la influencia digital puede ir más allá de lo comercial y ser un motor de cambio social.
De este modo, vemos que el influencer puede tener un impacto positivo, pero requiere de la enseñanza de ética, inteligencia emocional, así como de objetivos sociales y lucrativos que acompañen sus mensajes. Aspectos que no solamente dependen de las personas, sino del acompañamiento de instituciones que orienten a los influencers a conocer y reconocer el impacto social que sus mensajes tienen. Las escuelas del futuro tendrán que incluir materias o temarios sobre cómo ser influencer, y pasar del influencer (que sólo monetiza) al influenSer: un sujeto con conciencia social.
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