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miércoles, septiembre 10, 2025
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De derechos, deberes y justicia…

La Segunda Guerra Mundial ha sido uno de los conflictos más grandes y terribles que han sobrecogido a la sociedad e impactado la política del orbe entero. Se vivió de 1939 a 1945, dejando dolor y muerte a su paso. Inició con la invasión de Alemania a Polonia y concluyó el 2 de septiembre de 1945 con la rendición de Japón. La guerra en comento cimbró a la humanidad, había que dejar bien claro que las personas no volvieran a ser tratadas como cosas, ni perseguidas ni asesinadas por su posición ideológica ni por sus creencias. Ese fue el espíritu de la Declaración Universal de los Derechos Humanos que se aprobó el 10 de diciembre de 1948 por la ONU en París. No fue cualquier cosa, fue un avance social extraordinario y también en el ámbito jurídico. Los derechos humanos, se apuntó con contundencia en su articulado, son básicos e inviolables. A 77 años de esa declaratoria, hay sitios de este planeta tierra en los que dictaduras, creencias religiosas incompatibles, regímenes autocráticos, asuntos políticos, simple y llanamente los “ignoran”. A todas luces urge una revisión de la misma, y eso compete a todos los países. La razón es una de las fuentes reales del orden jurídico, me explico, las leyes deben estar armonizadas con la realidad de la comunidad a la que norman, con la finalidad de que prive el BIEN COMÚN. Las leyes NO SON INMUTABLES, son dinámicas, deben serlo.

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Que bueno que hay un reconocimiento a estos derechos inherentes al ser humano… pero hay que destacar que esos derechos son correlativos de los deberes que también mandata el orden jurídico. Verbi gratia, todos tenemos derecho a dedicarnos al oficio, trabajo o profesión que decidamos, sí, pero correlativo está el deber de que ese ejercicio no dañe los derechos del de enfrente. De otra suerte se ahoga la convivencia y se le abren las puertas al caos. Sin deberes, y esto lo aprendí con mis maestros en la Facultad de Derecho, los derechos se convierten en cuencos vacíos. El Derecho nació precisamente para ponerle un hasta aquí a la ley de la selva y a la del talión, que lo precedieron. Necesitamos abrevar en este entendido, los deberes son tan importantes como los derechos, sin ellos, sin su observancia, no hay sociedad libre.

Y voy a otras reflexiones, generoso leyente, que deseo compartir con usted. La justicia. ¿Qué es la justicia? Se trata de una virtud que estriba en darle a cada quien lo que le corresponde. Se dice que hay justicia cuando se actúa de manera recta, acorde con la razón. Etimológicamente el término justicia proviene del latín “iustitia” -de ius, Derecho– y tiene diferentes acepciones.

En el ámbito de la filosofía moral la justicia se refiere a vivir honestamente, es decir, comprometidos con la verdad y con el bien. Si nos vamos al terreno de lo jurídico, alude al correcto cumplimiento de las leyes. En lo religioso, se habla de justicia divina, es decir de los castigos de Dios para quienes desobedecen sus mandamientos y actúan en contra de lo que prescribe su doctrina. Es pertinente subrayar que la concepción de lo que es justo, puede tener variantes de una cultura a otra, o de época, no obstante su relevancia está por encima de estos factores y desde que el hombre cobró conciencia de esto la ha considerado NECESARIA. El precio de ignorarla lo ha vivido en carne propia. La justicia está vinculada con valores morales, como la responsabilidad, la honestidad, la imparcialidad. La justicia es una virtud, a través de ella, con ella, se garantizan la paz y el orden en una comunidad. Es un valor sustantivo de la humanidad. Su parentesco con la verdad y la equidad la vuelven esencial para la vida en común. Sobre ella se han sustentado los sistemas jurídicos, legales y éticos de la sociedad.

El maestro Rafael Rojina Villegas, ilustre jurista mexicano, destacaba que: “la justicia es un fin del Derecho, no un elemento de su definición. Así como ver es la finalidad del ojo, sin que implique un elemento esencial en la definición de dicho órgano, pues el ojo que no ve sigue siendo ojo, el derecho que no realiza la justicia, sigue siendo Derecho, pero ha traicionado su fin.”

Cuando los jueces y tribunales a cargo de impartir justicia, no la aplican como se establece, es decir, con objetividad, analizando a la luz de los preceptos jurídicos los hechos expuestos a su consideración, y violentan, amparados en su investidura, la imparcialidad que es esencial al dictar una sentencia, están faltando a su responsabilidad como servidores públicos, están contribuyendo al descrédito y a la corrupción que ha ido pudriendo las instituciones del estado, entendido este como hecho político por antonomasia.

La impartición de justicia es una responsabilidad fundamental del Estado, se recurre a ella para solucionar pacíficamente los conflictos entre los miembros de una sociedad. Bien administrada, le pone punto final a una discordia. Si no se cumple con este objetivo, por problemas de corrupción o de otra naturaleza, es bien factible que el uso de la violencia se convierta en el medio para solventar el conflicto particular o social.

“La corrupción es un complejo fenómeno que afecta a los derechos humanos en su integralidad –civiles, políticos, económicos, sociales, culturales y ambientales-, así como al derecho al desarrollo; debilita la gobernabilidad y las instituciones democráticas, fomenta la impunidad, socava el Estado de Derecho y exacerba la desigualdad. Especialmente, la corrupción judicial genera desigualdad, impunidad y perpetúa el círculo vicioso del crimen y la violencia pues debilita a todas las instituciones públicas, porque erosiona la confianza en el sistema”. Resolución 1/18 Comisión Interamericana de los Derechos Humanos.

Más claro ni el agua. Por otro lado y con esto cierro. Revisemos nuestro actuar como ciudadanos, como corresponsables de la realidad en que vivimos. Convirtámonos en una sociedad solidaria, madura, participativa, consciente de nuestros derechos y nuestros deberes. De una sociedad así constituida, saldrán los funcionarios públicos, entre ellos, los jueces, magistrados y ministros, que impartirán justicia, honrado su función y con ella el fortalecimiento del bien común. La pasividad ciudadana refleja la falta de patriotismo, de identidad y de sentido de pertenencia. De semejante mezcla no puede surgir nada bueno. Ya estuvo suave de deambular en la apatía. Decidamos qué queremos. No hay de otra.

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