En tratándose de erotismo es imposible dejar de mencionar a Afrodisio Pitongo, hombre proclive a la concupiscencia de la carne. Les contó a sus amigos en el Bar Ahúnda: “Soy asistente de Pecholina Pompanier, la Mulata de Fuego. Por 4 mil pesos al mes la ayudo a vestirse y a desvestirse”. Acotó uno: “4 mil pesos es muy poco”. “Sí –reconoció Afrodisio–. Pero no puedo darle más”… La primera parte del cuento que ahora sigue es más que conocida. Al viajero se le descompuso el coche en una noche de tormenta, y le pidió a un granjero que lo hospedara en su casa. El granjero tenía una hermosa hija. Hasta ahí la parte sabida de la historia. En seguida viene lo demás. Estaba ya el viajero conciliando el sueño cuando con pasos tácitos entró la muchacha al aposento y le preguntó en voz baja: “¿Tiene sitio en la cama?”. “¡Sí, sí!” –respondió con ansiedad el tipo al tiempo que apartaba las cobijas y se hacía a un lado del lecho para hacer lugar–. “Qué bueno –dijo la hermosa joven–, porque acaba de llegar otro viajero”. (Nota. Y para colmo el recién llegado, a más de ser extremadamente gordo, roncaba en modo wagneriano y era pedorro, si me es permitido usar ese vocablo de dudoso gusto)… “It was the best of times, it was the worst of times…”. Con esas inmortales palabras empezó Dickens su novela “A tale of two cities”. Lejos de mí la temeraria idea de parodiar al genial escritor, pero me atrevo a emular su frase para decir: “Claudia Sheinbaum está dejando la cuarta. Claudia Sheinbaum está tomando la cuarta”. Explicaré esa enigmática declaración. La palabra “cuarta” designa a lo que sigue después de la tercera, pero en México el vocablo “cuarta” sirve también para nombrar una especie de látigo. He notado que con frecuencia la Presidenta habla de la transformación sin anteceder el término con la palabra “cuarta”. No dice “la Cuarta Transformación”. Dice solamente “la transformación”. He observado también que no vacila en actuar con energía –o sea en tomar la cuarta, el látigo– para aplicar la ley a quien se aparta de ella. Así sucedió, igual que en otros casos, con el del contralmirante de Marina presuntamente involucrado en el tráfico de huachicol fiscal. Quizá mi percepción se basa sólo en la esperanza de un cambio de este sexenio en relación con el anterior. Quizá quiero advertir una señal de independencia de la actual mandataria, quien pese a todas las ataduras con que la limitó su antecesor empezaría a cobrar su propia personalidad y a imprimir un sello propio a su gobierno. Quizá me equivoco, y la 4T sigue vigente, y la sombra del caudillo continúa oscureciendo el porvenir de México. Pero como dice la sentenciosa sentencia popular: soñar no cuesta nada… En la reunión de parejas doña Gorgona amenazó a una invitada: “Si sigues coqueteándole a mi esposo te lo voy a dejar”… “Mi mujer es muy fría en la cama”. Eso le comentó Inepcio a Libidiano, hombre sabidor en cuestiones de sensualidad. Le aconsejó el experto: “Decora tu recámara como un harén, y contrata a un hombre que les eche aire a tu mujer y a ti con una hoja de palma. Ese ambiente exótico hará que tu esposa cambie su indiferencia por pasión”. Así lo hizo Inepcio. Al principio no sucedió nada. La señora le sugirió tímidamente: “¿Por qué no dejas que el joven ocupe tu lugar, y tú nos echas aire con la hoja de palma?”. El marido aceptó la sugerencia. El toroso mancebo acompañó a la esposa, e Inepcio se puso a abanicarlos con armonioso ritmo. El cambio de pareja hizo que la doña empezara a respirar fuerte, después a jadear y acezar, y finalmente a lanzar ululatos de pasión. Le dijo Inepcio: “¿Lo ves? El pendejo no sabía abanicar”… FIN.
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