El lunes 1 de septiembre, este lunes apenas, se inició el ciclo escolar. Y no es asunto menor. Vuelven los niños a la escuela, se acabaron las vacaciones de verano. Educar es una de las acciones más relevantes en el seno de una sociedad, educar es un esfuerzo compartido… ¿compartido? Sí, por supuesto, compromete una tarea de semejantes dimensiones no solo a la escuela entendida como centro de este quehacer invaluable, a los docentes, a los educandos, a los gobiernos de los tres niveles, también a los padres de familia. De la educación depende en mucho la prosperidad de una nación. No es gratuito, ni producto de la casualidad el que en unos países se viva mejor que en otros.
Recibir educación es un derecho reconocido en nuestra Carta Magna. Todos, sin excepción, debemos acceder a ella. Ayer, hoy y mañana, educar a los mexicanos constituye una prioridad insoslayable. Los padres de familia tienen la obligación de enviar a sus hijos a la escuela, pero no se agota ahí su deber, va más allá. ¿Por qué? Porque no es tarea exclusiva de los profesores, se trata de una tarea compartida. La comunicación entre docentes y padres debe de ser permanente. Es un hecho sine qua non que la familia y la escuela son corresponsables de la formación y socialización de los estudiantes. En casa uno aprende a ser persona, con la guía, y sobre todo con el ejemplo de vida de sus progenitores. Los principios que sustentan tu actuar intrínseco, los que te permiten transitar por la vida y te dan fuerza para nunca olvidarte de que eres un SER HUMANO y cuanto esto significa, los aprendes en CASA, la escuela COADYUVA, inculcándote también valores y brindándote conocimientos, ergo, necesitamos de ambos. Esta sintonía es esencial para sentirnos plenos y felices. Cuando una persona vive en armonía consigo misma, contribuye de manera sustantiva al bien común.
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Es NECESARIO generar el vínculo familia-escuela, la institución educativa debe incorporar a los padres de familia en diversas actividades que tengan conexión con el aprendizaje. Si se vive esta corresponsabilidad, este compromiso, el aprendizaje será más significativo y eficaz. Pongamos los puntos sobre las íes. No basta, de verdad, NO BASTA, que la familia y la escuela solo se vinculen en asuntos relativos a lo económico –pago de cuotas– o para los festejos, como el día de la madre, de la primavera, de la graduación. Desde que yo era niña han existido las sociedades de padres de familia, pero guardo en la memoria que mi madre estaba en comunicación permanente con mis maestros. La escuela tenía y tiene un peso específico y los padres de familia también. No son instancias que deban trabajar de manera aislada, es esencial la comunicación. Es una alianza que contribuye de manera relevante al desarrollo y aprendizaje de los niños y los adolescentes. Sus ingredientes son la comunicación, el diálogo, la confianza, esto propicia la resolución de conflictos, las áreas de mejora y el bienestar de los alumnos.
El mundo cambia hoy día a una velocidad vertiginosa, esto por supuesto que afecta de manera importante a los niños, están en medio de una realidad que si no se les prepara para enfrentarla, se los come vivos, les roba su preciosa edad, su imaginación, de ahí que el reto que tiene el docente por delante, es mayúsculo, tiene que enseñarlos a transitar por la diversidad y esto implica no solo el desarrollo de habilidades, también el de actitudes y responsabilidades. Y esto conlleva el replanteamiento de la relación entre la familia y la escuela. El contexto en el que se desenvuelve el educando, las situaciones que vive en el seno de la familia, marcan procesos ad hoc de aprendizaje. Por ello la mancuerna escuela-familia, es tan relevante.
Esta mancuerna se nutre de colaboración, es decir, de padres y maestros trabajando en equipo. De comunicación abierta, de diálogo permanente y efectivo entre el hogar y la escuela. De respeto y confianza mutua. De tener un objetivo en común que es el bienestar físico, mental y el progreso académico de los niños y adolescentes. De la convicción de reconocer y abordar juntos las áreas de oportunidad de los alumnos y de la institución educativa. Esto, generoso leyente, está probado que funciona. No me lo inventé.
Los niños pasan buena parte de su tiempo en la escuela, pero su marco de referencia, es su hogar, sus padres, su familia. Esto tiene influencia fuerte en su desenvolvimiento, la escuela NO LO SUPLE. El respeto hacia los demás y a las normas establecidas no se aprende a través de un celular. La escuela no va a corregir lo que forme parte de la cotidianeidad de un niño, de un adolescente.
No debe haber excusa ni pretexto para pretender que la escuela asuma lo que le corresponde a los padres enseñar, y si como padres se tienen dudas respecto al desempeño y comportamiento de los hijos, pues hay que acercarse a los maestros y hablarlo. Acudir a los eventos escolares es importante, para los niños es indispensable la presencia de sus progenitores. Apoyar y supervisar sus tareas no es algo secundario, haciéndolo les dices: “te amo, me importas”. Las personas inseguras así se gestan, con la indiferencia de sus padres. La mancuerna escuela-hogar hace mejores personas y también mejores ciudadanos. El futuro de una nación está en mucho vinculada a esta alianza.
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El amor se demuestra en los hechos. Si trajimos hijos al mundo, hay que hacernos cargo de educarlos, de formarlos, de ayudarlos a salir adelante. Las adicciones tempranas, cada día más tempranas, a las drogas, devienen en mucho de la ausencia de los padres, de esa infausta orfandad que ha ido haciendo estragos en la sociedad de nuestro tiempo.
Nunca es tarde para hacer reconsideraciones. Nadie nace sabiendo. Todo se aprende en esta vida. Ser padre no es fácil, pero empeñarse en serlo, para bien de sus hijos, es una hermosa tarea.